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Testimonio de Alicia Alberca tras su paso por la Escuela

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Tiempo para la escuela, tiempo para pensar. Hago esta reflexión porque aunque no es mucho el tiempo que  hemos pasado en la escuela, en mi caso me ha venido muy bien dedicarme este tiempo de escuela que me hacía parar y reflexionar cada semana.

Como madre del grupo de 0 a 5 años, desde el diagnostico de mi hija ando corriendo de una lado para otro, médicos, trabajo, terapias, falta de trabajo, falta de tiempo y todo al mismo saco y muchas veces sin pararme, incluso sin querer pararme, a pensar y ahí va quedando todo.

La escuela me ha servido para recolocar todas esas emociones, sentimientos, sensaciones, acciones, etc… que habían ido quedando ahí amontonadas. Aunque el proceso ha sido doloroso, remover lo ya pasado no es cómodo, ha servido para recolocar todo esto. Aunque esto no cambia lo que ha pasado, ahora tengo una base más sólida y más estructurada en la que apoyarme y seguir construyendo

Como pasa en muchos de los casos de la escuela, mi experiencia con mi hija no ha sido como la esperaba. Aunque no tuvimos diagnóstico desde el principio, yo veía que algo no estaba del todo bien, y esto ha hecho que la experiencia, aún a pesar de cómo es mi caso, no haberme hecho expectavias previas, haya sido algo completamente diferente a lo que cabía esperar.

Mientras adquiríamos esta base (pues el tiempo ha sido limitado) hemos ido pasando, hablando y sacando de dentro temas relacionados directamente con la discapacidad pero también temas importantes para cualquier padre, que no nos olvidemos, antes de nada somos padres de niños (esto también lo he fijado en la escuela) hay que jugar, hay que enseñar, hay que educar, no sobreproteger, no hay nada que debamos recompensar,…

Dar las gracias al resto de padres de los que he aprendido mucho. Los momentos que he hemos podido compartir todos juntos han sido enriquecedores y echo en falta que hayan podido ser más. Cuando nos íbamos conociendo, y cogiendo confianza suficiente, la escuela terminó.

En el acto de graduación, cada grupo destacó lo más importante para ellos de todo el proceso. Yo destaco esto de esas intervenciones de cada grupo. Del grupo de padres de 0 a 5 años, dar las gracias; de los del grupo de 6 a 11,  la falta que les había hecho la escuela en el inicio del proceso; y de los padres de los adolescentes, que nos dijeran que son niños y que hay que disfrutarlos, algo tan obvio y que tanto necesitaba que alguien que ha pasado por algo parecido me dijera.

El testimonio de los adolescentes lo he dejado para comentarlo a parte. ¡Qué grandes personas! Qué suerte haber podido compartir con ellos estos momentos, aun siendo pocos, porque me han enseñado mucho. Tuvieron el gesto de dedicarnos unas palabras a los padres respecto a nuestros hijos y ahí se te van todos los miedos, sus inquietudes son las mismas que las de cualquier adolescente, la discapacidad desaparece de la ecuación. Y ese es el mayor avance que he sacado de la escuela, la discapacidad va a estar ahí, no la podemos borrar, no hay botón deshacer, pero no es nuestra vida, solo nos acompaña y forma parte de ella, trabajaremos todo lo que sea necesario para poder vivir lo mejor posible junto a ella, pero nosotros decidimos el protagonismo que le damos.

Todas las semanas, Claudia nos proponía una actividad que nos hacía pensar durante la semana. Hubo una en especial que a mi me resultó muy dolorosa, fue aquella semana en la que nos pidió pensar en las cosas buenas que nos había traído la discapacidad. A día de hoy no soy capaz de encontrar ninguna, aunque sí ha disminuido mi angustia por ser algo que afecta a mi hija, si me afectase directamente a mi quizá podría pensar de otra forma. En cualquier caso, si hay alguna cosa, puede ser el haber tenido la posibilidad de conocer a una de esas pocas personas capaces de mover el mundo. Muchas gracias Claudia.