Foto del autorHoy, y después de ir dando pequeños pasitos para comprender la construcción social de la discapacidad, creo que ha llegado el momento de hablar de la dimensión simbólica de la intervención profesional. No te preocupes por los “palabros” que todo es mucho más sencillo: Se dice que los/as profesionales intervenimos en la vida de otros…y ese otro puedes ser tú. Voy a intentar explicarme y desgranar esta ¿afirmación?:

Las personas con discapacidad, en tanto que colectivo discriminado por su diversidad, se convierten, a veces sin elegirlo y a veces sin desearlo, en objeto de atención de Políticas Públicas que intentan reducir las desigualdades de este grupo de población.

Los/as profesionales, en este afán de “poner remedio” a las formas de discriminación que sufren las personas con discapacidad, podemos cometer bastantes errores que hacen que nuestra intervención sea de cualquier tipo menos social.

Voy a comentar tres de ellas;

  • Primer error: “Yo soy yo y mis circunstancias”.

frase de José Ortega y GassetSí, el primer error que podemos cometer es hacerle caso a Ortega y Gasset. Porque los “progres” de la intervención social hemos llegado a comprender, como mucho, que la discapacidad (circunstancias) es importante pero que también lo es la persona (yo) y, por eso, intervenir en el binomio persona-con discapacidad (yo y mis circunstancias) se ha convertido en “lo último” en avances de intervención social. Pero nada más lejos de la realidad: las circunstancias configuran y se imponen al yo.

Coincidiendo con las reflexiones de otros/as autores/as, esta sociedad medicalizada y paternalista ofrece convertir en trastorno cualquier tipo de transgresión de las normas (de “lo normal”). En otras palabras: convierte en patológico la diversidad humana.

Por esto, lo importante no es lo que somos sino lo que queremos ser. Es decir, el fondo del problema no son las circunstancias de la persona sino las circunstancias en las que convive la persona.

Desde un puesto de vista más amplio, los profesionales de lo social tenemos que intervenir cada vez menos con las personas para intervenir cada vez más con la sociedad. Aceptar esto es crucial para avanzar: Al principio puede costar pero cuando comprendemos que no puede existir interacción humana sin un contexto, empezamos a entender que el contexto crea significado, y el significado aportado por el contexto configura el comportamiento. Y desde aquí un aspecto clave: Los contextos no son individuales, como tampoco lo son las circunstancias. Dicho con otras palabras: “si cambiamos la forma de ver las cosas, las cosas cambian de forma”.

  • Segundo error: Ni salvador ni consejero.

Los profesionales no somos dioses en cuerpo de hombre y mujer que vamos a cambiar la vida de las personas. Porque no se trata de cambiar la vida de nadie. Y no lo es por una sencilla razón: tenemos la mala costumbre de “arreglar” siempre el mundo a nuestro gusto. Y la vida de las personas con las que trabajamos no nos pertenece, es su vida, le pertenece a ellos.

Tampoco somos consejeros porque no se trata de ofertar posibilidades de lo que “yo haría si estuviera en tu lugar”. Lo esencial, el verdadero trabajo que debemos hacer, es ir más allá de fomentar espacios de opción y decisión de las personas. Los espacios deben ser también de creación. No se trata simplemente que las personas con discapacidad elijan dónde quieren vivir, con quién vivir y cómo vivir. Se trata de una cuestión mucho más básica: CREAR los dónde, con quién y cómo vivir.

Zygmunt Bauman decía que “para que uno sea libre debe haber al menos dos” pero además, tendríamos que añadir, dos personas en libertad. No olvides esto: un mundo en el que tienes que reclamar tus derechos, es un mundo sin justicia.

  • Tercer error: Pensar que no cometeremos más errores.

A mi juicio, el error es una forma muy acertada de progresar, de inventar, de construir y de crear. Ya lo decían otros: no se trata de no equivocarse sino de equivocarse mejor. Y para esto debemos contar siempre con las personas que dan sentido a nuestra intervención social. Porque aunque nuestro horario termine, su vida continúa. Una vida que no abre a las ocho de la mañana y cierra a las tres de la tarde. Una vida que no se puede permitir descansos, ni fines de semana ni vacaciones. Una vida donde no existen las sustituciones de personal. Una vida donde la baja por enfermedad solamente te obliga a trabajar con mayor esfuerzo…Una vida que, por mucho que intentes entender, para ti sólo es trabajo pero para otros es vida.

Jesús Muyor Rodríguez
Profesor en el Grado de Trabajo Social de la Universidad de Almería.
Director de Innovación, Comunicación y Desarrollo de FAAM Almería.
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